lunes, 11 de noviembre de 2019

Un arquitecto inmortal: Carlo Scarpa.



El arquitecto veneciano más querido del siglo XX, Carlo Scarpa, en realidad no tenía el título de arquitecto. Como tantos otros, ni Frank Lloyd Wright, ni Mies van der Rohe, ni Le Corbusier, ni Luis Barragán, ni Cesar Manrique eran arquitectos titulados oficialmente, y sin embargo, como todos los mencionados, Scarpa dejó su sello personal en numerosas obras en su ciudad.

Antes de centrarse a tiempo completo en la arquitectura, trabajó como diseñador de vidrio, creando un vínculo especial entre la arquitectura y este oficio tradicional por el que su ciudad es conocida. Antes, asistió a la Real Academia de Bellas Artes de Venecia, donde se graduó con un título no profesional de profesor en dibujo arquitectónico en 1926 pero no hizo el examen profesional requerido para ejercer como arquitecto y por tanto, encontró su camino en su práctica de la arquitectura asociándose con otros. El mismo año que se graduó se convirtió en profesor en la Escuela de Arquitectura de Venecia, la IUAV fundada también en el 26, y al mismo tiempo, trabajó para dos cristalerías artísticas de Murano, la MVM Cappellin & Co y, con la que adquirió más fama, Venini, marca que aún vive de sus rentas.



Scarpa es conocido por sus detalles y por el uso instintivo de los materiales, con los que combinaba técnicas artesanales con métodos de producción modernos. Aunque estrechamente vinculado a Venecia, su arquitectura también estuvo fuertemente influenciada por la cultura japonesa, y en Japón, en Senday, fue donde murió en 1978.

Como ningún otro arquitecto moderno, Carlo Scarpa experimentó sin frustración dos mundos: el antiguo y el moderno. Su arquitectura, tan representativa del tiempo y el lugar, está particularmente moldeada por la experiencia de la historia que le ha precedido antes, y esa le condiciona pero no le coarta, más bien todo lo contrario. Entiende la historia, la siente y la respeta.  Para Scarpa, solo una rica apreciación de la historia y la cultura de una región puede darle a un arquitecto la capacidad de diseñar para un lugar específico.

Scarpa dejó, especialmente en su Venecia natal, maravillosos trabajos de gran entidad, como la Ca’Foscari, sede la Universidad veneciana, la reforma de la Galería de la Accademia, los pabellones italiano y de Venezuela de la Bienal de Venecia y la tienda Olivetti de la plaza de San Marcos. Justo cuando estaba haciendo esta última obra fue acusado por “su” Colegio de Arquitectos de ejercer la profesión ilegalmente y sus “colegas” le llevaron a los tribunales, y es que, una vez más, nadie es profeta en su tierra. Pero lo que vale son sus obras, atemporales e inmortales. Hoy día, Carlo Scarpa sigue siendo una figura desconcertante en el mundo de la arquitectura moderna. No hay ni explicación ni análisis fáciles sobre su trabajo, ni su obra es particularmente fotogénica, pero se siente en ellas su genialidad. 

Sin van a visitar Venecia, la Fundación Querini Stampalia es un museo que deberían incluir en sus planes. Es tan raro como poco conocido y ofrece un diálogo armonioso entre el arte y la arquitectura antiguos y contemporáneos: una casa museo de la rica y poderosa familia Querini, considerada una de las mejor conservadas de toda Europa. Y es además uno de los mejores trabajos de Scarpa: la intervención que realizó en el Palacio Querini Stampalia fue desarrollada en torno a cuatro temas muy vinculados a la tradición y cultura venecianas: el puente, el más ligero realizado en la ciudad; el agua, que entra al edificio; el Portego, espacio tradicional, y la luz. En su constante búsqueda de la perfección en los detalles Carlo Scarpta consiguió crear una obra maestra donde el agua es el personaje principal, el elemento decorativo central: ingresa al edificio desde el canal a través de las puertas del portal y corre a lo largo de las paredes internas, en pequeños canales que reflejan la luz del agua. Carlos Scarpa no le tenía miedo al Aqqua Alta y en este museo, que es el único palacio veneciano que sobrevivió al final de la República, y donde se puede admirar uno de los jardines más bellos de Venecia, lo demostró.






sábado, 6 de julio de 2019

Un acto cultural en un garaje, sí, ¿y?



Anda el mundillo cultural comentando que hoy (sí, hoy, 6 de julio de 2019) se celebrará un acto de un festival en un garaje, como si eso fuera algo inadecuado, o ¿barato? ¿o qué? no entiendo cuál es la crítica pero da igual porque es que es algo muy sabroso sobre lo que escribir. Gracias por brindarme esta oportunidad.

Las mejores ideas de los siglos XX y XXI han surgido en garajes, desde las canciones de los Beatles hasta el invento de un Mac, por poner solo dos ejemplos. Eso ya le da validez a los espacios que debiendo ocupar vehículos son "okupados" por la creatividad, el arte y el talento.

Además, se da la circunstancia de que ese garaje en concreto donde hoy hacemos un homenaje a la Bauhaus no está diseñado por cualquiera, sino por un arquitecto que está considerado entre los mejores de Canarias, y un garaje que además ha recibido, incluso, varios premios. Un garaje que a todos los miembros de la Bauhaus les habría encantado por su diseño de aprovechamiento del espacio (pequeño) y por el uso de la luz (vengan y véanlo ustedes mismos, el acto es libre y gratuito).


La idea nace de la reivindicación de la calle como lugar para la cultura cuando en un barrio, como en el barrio Salamanca de Santa Cruz de Tenerife, no hay otros espacios culturales, ni públicos ni privados (de momento).

La democracia del arte no se encuentra en un museo, ni en una galería, se encuentra en los barrios, en las calles, en los parques, en los garajes ¿por qué no? en definitiva, se encuentra en la ciudad. Las intervenciones artísticas inundan los solares, las puertas de los garajes, los edificios, las iglesias, los túneles, las casas que marcan el camino por las callejuelas, y las grandes avenidas. 


Sin adoctrinamientos ni restricciones, el arte se apodera como hace el mar de lo que en su origen le pertenecía, el arte no es un pájaro que se pueda custodiar con paredes o rejas que no le permitan salir y explorar las posibilidades que otros ambientes le puedan ofrecer. 

Montar un película como homenaje a la Bauhaus es un garaje es más caro (lo tienes que traer todo: la pantalla, el proyector, el sonido, las sillas..) que montarlo en un cine ya preparado para ello, así que tampoco me vacilen con eso ¿vale? simplemente aprovechen que alguien pone su garaje a disposición de los demás y disfruten del acto.

Esto va en consonancia con los festivales Open House que son festivales de arquitectura y ciudad que te permiten visitar gratuitamente los edificios más interesantes e inaccesibles. También es "hermano" de otros experimentos como el festival de CANS (sí Cans, no Cannes) que se celebra en Galicia, todo el mismo en lugares privados.

*Dos ejemplos del festival Cans (Galicia)

Así que sí, cultura en un garaje. Para todos ustedes.


domingo, 16 de junio de 2019

Las infinitas e interminables muertes de un proceso de Alzheimer


Mi madre murió el pasado martes 11 de junio (entre la madrugada del lunes al martes). Después de 18 años tras el diagnóstico de un Alzheimer que en aquel momento (cuando ella tenía 55 años) era solo un desgaste cognitiva ligero.

Esa ligereza fue convirtiéndose en infinitos destrozos en su cerebro, proceso al que acompañó un cáncer de mama.

Cuando dejó de saber mi nombre, cuando olvidó el número de teléfono de casa, cuando ya no supo conducir, cuando se olvidó de caminar, cuando... y cuando esto..., y cuando lo otro... hasta el final, hasta olvidarse de tragar. El proceso de nacer y crecer pero al revés, olvidar, decrecer y morir.

Nunca se quejó, que yo recuerde. Me quejo yo. De todo. Aunque no sirve de nada.

Adiós mami. Me acuerdo de ti constantemente. Estás en mil detalles.

Una de las ultimas imágenes con mi madre, Milagros López, cuando el Alzheimer ya llevaba años haciendo estragos.


domingo, 26 de mayo de 2019

Singapur, la isla del futuro que ya es presente.



Muchas islas podrían aprender de Canarias, de cómo nos organizamos, conectamos, pactamos y equilibramos entre unas y otras. Somos un archipiélago razonablemente bien organizado si lo comparamos con otros, como los archipiélagos del Caribe, o las múltiples islas de Indonesia. No obstante aun nos queda mucho recorrido para ser mejores y, en muchos aspectos, deberíamos aprender de Singapur. Las Smart Cities están de moda aunque yo prefiero, como concepto en el que profundizar, las Smart Islandsy la más avanzada y competitiva es esta pequeña y legendaria isla asiática un poco más grande que la Gomera y un poco más pequeña que Lanzarote.



Esta isla del futuro, la húmeda y calurosa Singapur, encabeza la lista de ciudades que invierten más dinero en proyectos Smart City, junto con Nueva York, Tokio y Londres. ¿Cómo ha podido una islita de pescadores llegar a ser uno de los países más competitivos del mundo? 

Se convirtió en un país independiente en 1965 momento en que afrontaba un gran desempleo. Inició un programa de modernización que se centró en la creación de manufacturas, el desarrollo de su puerto y, sobre todo, altas e innovadoras inversiones en educación pública. El billete más utilizado en la isla, el de dos dólares, tiene como lema una sola palabra: Educación. Toda la isla apuesta por tener la mejor formación posible para su población y de ahí este proyecto de arquitectura: El Centro de Aprendizaje de la Universidad de Tecnología de Nanyang, que no sé si se asemeja más a un grupo de colmenas de abejas alargadas, o a cestas de mimbre llenas de dim sumhumeantes colocadas unas encima de otras. 



The Learning Hub es un nuevo tipo de edificio universitario, una arquitectura que explora nuevas formas de enseñar en un momento en que internet está desafiando la lógica de las instituciones tradicionales de aprendizaje. Contiene una biblioteca y un espacio escénico, pero la mayoría del espacio es diferente a otras universidades: se compone de 56 habitaciones redondas en 12 pilas separadas, en ocho pisos, conectadas entre sí a través de una gran plataforma-balcón de hormigón, lo que le da al edificio 14.000 metros cuadrados de espacio. Las aulas en sí, que son utilizadas por todos los profesores de la universidad, y sus 33.000 estudiantes, son espartanas y no están destinadas a la enseñanza: son espacios de discusión y exploración. Allí no se aprende de manera convencional, se interactúa.

El estudio del imaginativo arquitecto inglés Thomas Heatherwick, famoso por su catedral de semillas, terminó en 2015 este edificio para la Universidad Tecnológica de Nanyang, con la intención específica de que no se pareciera a ningún otro edificio universitario que haya existido jamás. Está en un campus que fue planificado por Kenzo Tange en los años 80, lleno de pulmones verdes que alivian al calor de la isla asiática, y en medio de ese campus rectilíneo que Tange diseñó, ahora ha caído, como llegado del espacio, un edificio voluptuosamente curvilíneo.


En lugar de pasillos, cada nivel cuenta con galerías abiertas donde los estudiantes pueden circular y reunirse. Y en lugar de una entrada convencional, el edificio es como esponjoso y permeable a nivel del suelo, lo que significa que las personas pueden acercarse y entrar desde cualquier dirección.

Tiene, al mismo tiempo que un punto exótico, algo muy británico, como la isla entera, que no ha podido -ni ha querido- olvidar su pasado como colonia británica, y algo brutalista, como las torres blancas de Madrid de Saenz de Oiza, o los aparcamientos Marina City de Chicago diseñadas por Bertrand Goldberg.

La universidad quería disolver la relación tradicional entre el tutor y el estudiante, para alentar un nuevo tipo de educación colaborativa. En Singapur ya no quieren el modelo del maestro al frente de la clase, por eso, en este edificio, las habitaciones no tienen rincones, para disolver la jerarquía de aula estándar, donde el tutor está en la parte delantera y los estudiantes miran hacia él o ella. ¿Es el futuro?