Acabo de tener la suerte de pasar un corto pero intenso fin de semana en la ciudad de Marrakech, que es Patrimonio de la Humanidad. Hacía años que no viajaba a ese lugar y para mi lo más sorprendente esta vez (siempre sorprende de una u otra manera) es que noté más lentitud en la evolución, en el desarrollo que lo que había notado las primeras veces. Cuando volé a Marrakech por primera vez, en 1992 la ciudad estaba completamente destartalada, aún no había sido declarada sitio histórico por la Unesco, las calles eran de tierra, al igual que la plaza Jemaa el fna, que es el epicentro de la vida urbana allí. Luego volví varias veces y siempre me maravillaba la velocidad de los cambios, como se iban pavimentando las calles, restaurando los Riads y los más importantes edificios históricos, sin embargo, desde 2004 que fue la última visita hasta ahora en 2014, juraría que se ha ralentizado aquel impulso. Desde luego, desde el punto de vista humano, aún hay muchísima gente con ganas de mejorar, y que necesita conseguir unas mejores condiciones de vida, y desde el punto de vista patrimonial la ciudad necesita aún desarrollar planes a medio y largo plazo para garantizar su conservación, y su título de la UNESCO.
Plaza Jemaa el fna
1 comentario:
Interesante reflexión. ¿No te pareció Tenerife mucho más limpio a la vuelta de Marrakech? ¿Y La Laguna no te pareció una ciudad ejemplar?
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