Sorprende en 2014 la contemporaneidad del pensamiento y la manera de trabajar de Anchieta. Al pensar en él uno recuerda la fabulosa época del Renacimiento y siente que la grandeza de Sao Paulo empezó con él y su ambición por crear un mundo mejor. Ahora que el Papa Francisco le hará Santo convendría conocer un poco mejor su historia, en Tenerife y Portugal y en Sao Paulo, la gran ciudad que fundó.
En la época de estudiante de José de Anchieta el mundo occidental estaba experimentando una crisis: pasaba por una revolución cultural y religiosa auténtica y profunda. El Renacimiento aprovechaba el decaimiento de las ideas latentes de la Edad Media, manejaba los nuevos ideales y trataba de influir profundamente en todos los acontecimientos que marcaron las artes y de las mentalidades de aquella época. En el ámbito religioso, la Reforma Protestante, codificada por un fraile apóstata, siguiendo la estela del Renacimiento, produce estragos en el cristianismo.
Un viaje a la” tierra de misión ” era difícil. No había ningún otro medio de realizarla excepto por mar. Dos barcos salieron desde Salvador con destino a San Vicente llevando a Anchieta , Nóbrega y otros sacerdotes jesuitas. En el sur de Bahía una gigantesca tormenta sorprendió a los dos buques. Uno de ellos fue arrojado contra las rocas y destrozado. Milagrosamente, nadie murió. El barco en que fue Anchieta terminó varado en los arrecifes pero entero.
Fue una noche de terror para los viajeros. Enormes olas amenazaban con destruir la nave que aún permanecía en pie. Parecía que una furia de origen diabólica y preternatural, previendo los problemas que tendrían los misioneros, trataba de impedirles llegar a su destino. Sin embargo el día siguiente amaneció tranquilo y los viajeros se las arreglaron para llegar a tierra.
En poco tiempo Anchieta se colocó en el centro de las actividades de la misión. Con sus habilidades innatas de comunicador y su sed de almas,consiguió con los indígenas un amplio entendimiento. Tornó luego en amigo de los indios y los colonos y fue respetado por ambos.
Su acción fue amable, meticulosa, apostólica y eficiente. Tenía ambiciosos objetivos, quería sembrar las bases para un futuro mejor. Así fue que en 1554, en el 25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo Apostol, Anchieta participó en la fundación de la escuela en la aldea de São Paulo de Piratininga, donde también enseñó. Al lado de la escuela se construyó una capilla provisional donde fue celebrada la primera misa el 25 de agosto.
Estaba naciendo el núcleo de una ciudad que se convertiría en una de las metrópolis más grandes del mundo: São Paulo.
Anchieta recorrió toda la costa de Brasil una y otra vez, siempre a pie, y descalzo. Miles de Kilómetros, selvas, pantanos, lodazales y vida muy dura, para fundar colegios y centros de enseñanza para el indio, esa fue siempre su lucha. Pero a sus 63 años su cuerpo ya no pudo más. Había sido una vida agotadora con su grave problema de salud desde su juventud.
Durante 44 años sirvió al Brasil este hombre culto, gran europeo, con sangre vasca y canaria, con el valor y la decisión de los hijos de esas tierras duras y dulces, con su amor al mar y la naturaleza, con su sabiduría y su capacidad de amar a los demás.
Anchieta, al morir, recibió el afecto que él había dado a nuestro pueblo original de Brasil, su cadáver fue acompañado hasta su última morada de Reritiba, hoy Ciudad Anchieta, durante 90 kilómetros por 3.000 indios que tuvieron el gesto de no dejar sólo aquel cuerpo que llevaron en sus hombros, descalzos, porque Anchieta les había dado su vida, cuanto de bueno y noble puede tener un ser humano.
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