sábado, 30 de mayo de 2020

El paréntesis



El COVID-19 ha supuesto un paréntesis en la vida de todos. Algunos estamos aún en estado de shock, otros tratamos de imaginar como será nuestra vida. Se escribe mucho sobre eso, y creo que nos resulta difícil imaginar, porque realmente predecir el futuro de algo tan desconocido como lo que nos está ocurriendo no es fácil, no es un mecano, dice un amigo mío economista que ante mi pregunta de ¿qué hacemos? me ha contestado con un simple “esperar”, dejándome enfrentada al abismo.

¿Esperar a qué? ¿a que el virus desaparezca? No va a desaparecer en mucho tiempo y si ya hemos visto que en tan solo medio mes el producto interior bruto de nuestro país ha caído como no lo hacía en un siglo, esperar significa que solo sobrevivirán los que tengan un sueldo del estado. Los demás morirán de hambre y no entiendo por qué es mejor morir de hambre que de un virus.

Afortunadamente, y esto no es una crítica a mi amigo, ni mucho menos, hay otros muchos pensadores que se están ocupando de diseñar el mundo que vamos a necesitar, que es distinto al de ahora, han aceptado ya, también en el mundo de la arquitectura,   que lo será para siempre, entre ellos se encuentra una arquitecta que recientemente han publicado sus opiniones sobre cómo su profesión se verá alterada para siempre a raíz de la pandemia.

La crisis económica y de salud ha sido una señal para reconsiderar todos los supuestos. Es lo que opina Marianne McKenna, socia fundadora de KPMB Architects, una firma de arquitectura de Canadá, que ve este paréntesis como una oportunidad para repensar todo, incluyendo cómo construimos las ciudades, los espacios públicos, los espacios comunes de las casas, hoteles y hospitales, y como hacerlo de manera que sean aún más resistentes, protectores y saludables sin que por ello pierdan la belleza, lo verde y la creatividad. Ella opina que como arquitectos, este es un momento de unir a toda la profesión, y no solo imaginar, sino también idear y defender un futuro donde el mundo esté en armonía con la naturaleza, y donde la innovación y la imaginación sean valoradas por conseguir soluciones que mejoren la calidad de vida, y yo opino lo mismo, o los arquitectos afrontan esta crisis verdaderamente unidos o no habrá un futuro para la profesión ni para la belleza de las ciudades.

McKenna cree que el mundo pos-covid va a hacernos testigos a cada uno de nosotros (los que sobrevivamos al virus) de una mayor dependencia de la colaboración por medios virtuales en lugar de reales. Por ejemplo, durante mucho tiempo los arquitectos internacionales viajarán menos, tendrán menos contacto personal con los clientes y con los lugares donde construyen y eso puede suponer, o bien una vuelta a los arquitectos locales (para lo que también muchas leyes tendrían que volver a cambiar, empezando en España por la Ley de Contratos de 2017) o bien que los clientes buscarán a los mejores arquitectos que, estén donde estén, sabrán darle una solución, porque los viajes van a ser durante mucho tiempo pocos y estratégicos. Así que una conclusión es que la arquitectura tiene que acostumbrarse a trabajar desde lejos.

La arquitectura es para las personas.

Y hemos visto que, hoy por hoy, no todas las casas están preparadas para un confinamiento mundial como el que estamos viviendo, casi podemos decir que nos han almacenado, en pequeños apartamentos no pensados para vivir encerrados, sin luz, sin aire, sin vistas….   Creo que a partir de ahora vamos a sentir una nueva apreciación sobre las casas que queremos, los espacios que compartimos, la belleza que contemplamos (si tenemos la suerte de vivir en una casa bonita) y la salud que todo ello nos reporta (si está bien construida y es saludable).

Además de esos espacios personales que son nuestras casas creo que los espacios públicos también cambiarán. Algunos de los estándares generales de planificación para el diseño del espacio público cambiarán para reflejar mejor una nueva forma de perseguir la vida que incluirá un mayor espacio personal. Un mundo interesante por el que no deberíamos esperar más, sino salir a conquistarlo.



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